El paso a nivel es el de la avenida Sàenz, las luces encendidas y el recuerdo del sol apareciendo (suelen no cambiar estas cosas...)desde Barracas; el decorado celeste y confuso en claroscuros de nubes de incierta cromaticidad cual paleta desordenada e impredecible.-
El espectàculo son esos colores que matiza el amanecer y el recuerdo de haberlo vivido màs de una vez habiendo entrado al secundario en el Instituto Pompeya, bien temprano y en invierno cuando el amanecer se retrasa.-
Y otro panorama acude a mi mente,el del crepùsculo, cuando el sol parecìa recostarse sobre las vìas pero desde el lado opuesto; desde el oeste con dorados resplandores que le daban (tambien hoy) brillo a las vìas del Belgrano y nosotros ( estudiantes del Instituto Nueva Pompeya que cursabamos nuestro primer año en horario vespertino, era en 1962 exactamente), montados al terraplèn volvìamos a casa recorriendo temerarios y victoriosos (nunca supe por què) e inconcientes sobre todo, gambeteabamos entre las vìas a trenes de ida y vuelta que partìan repletos a las 6 de la tarde desde Pompeya hacia "afuera" (en jerga ferroviaria).- Y viceversa venìan hacia "adentro" (inevitables las jergas).- Era el primer año del bachillerato, 12 ò 13 años de edad, y lo cursábamos de tarde, a partir de segundo año, en 1963, pasamos a la mañana hasta quinto año.- Era con Tonino, el tano Tonino, ademàs vecino del barrio, e íbamos juntos jugàndonos la vida inconcientes y por nada, volviendo a casa a travès de las vìas, subièndonos al furgòn de cola de cargueros que lentamente venian de Barracas y evitaban el terraplèn acudiendo a Soldati a nivel, por unas vìas alternativas que partìan de Pompeya y cruzaban Centenera, luego Perito Moreno, pasando antes por los galpones de la gigantesca fàbrica de envases Centenera y la de pinturas Alba, todos lugares imposibles de relevar hoy por el paso del tiempo y los consabidos cambios.- En Centenera nos arrojábamos del tren desde el furgòn de cola (donde siempre iba un guarda o algo así que nunca atinara mas que a mirarnos mientras subìamos y luego bajàbamos )de largos convoyes cargueros.- Y seguíamos por Centenera hasta casa.-
Esas incursiones por los galpones ferroviarios y las vìas en terraplèn volviendo a casa ,se matizaban con una importante ingesta de caramelos de eucaliptus; comprados en manojos generosos cada tarde al salir del colegio en el kiosco de Esquiù y Tilcara, solventados con el ahorro del viaje en el 402 (luego 42), mas algunas monedas sobrantes; ademàs, los envoltorios de cada caramelo aparecian puntualmente cada dìa como una huella ratificadora del camino entre las matas del terraplèn y entre los durmientes.-
Habia algo extra en ese diario periplo por las vìas del Belgrano: viajaban de regreso a sus casas algunos compañeros del curso: Orlandi que vivìa en Tapiales,también Kramer que volvía a Aldo Bonzi, y otros que no recuerdo sus nombres y que gritaban desaforados respondiendo igual al divisarnos mutuamente, nosotros en las vìas, ellos en abigarrado pasaje de vuelta a casa.- Luego estos muchachos no siguieron la mayorìa de ellos, que venìan de La Matanza diariamente y en tren.-
El brillo en las vìas de trocha francesa del Belgrano; la calma amenazada con el fragor de las horas que volcaràn miles de mastodontes de cargas varias, colectivos repletos y autos, y gritos y apuros diversos en el barrio manziano por antonomasia.- El barrio del bardo que le cantò como nadie a Pompeya con el mejor curriculum ( a pesar de los nativistas) en muchos casos: no haber nacido en el barrio (era santiagueño) ,y vivir en otro barrio ( en la avenida Garay casi la cortada Danel, en Boedo).- Aunque fue pupilo en el colegio Luppi durante breves años, dejò en algunos tangos la impresiòn màs acabada de un barrio casi rural entonces, arquetìpica orilla arrabalera ( "barro y pampa" sintetizaba el hombre) que todavìa cantamos y conmueve con hondura y simpleza conmovedoras.-mc