domingo, 10 de septiembre de 2017

COLEGIO Y TALLER, COMBINACIÓN NADA DESDEÑABLE EN LOS AÑOS 50 Y 60.-

  
                        "Cuando trabajar de niños era un orgullo y no un estigma..."
                    Tema controvertido el del trabajo infantil, ideal para opiniones absolutas cuando debiéramos inscribirlo en el contexto en el cual se da cada circunstancia personal e histórica.-
                        Los niños de las décadas de mitad del siglo pasado, en muchos casos, trabajábamos  pero sin el estereotipo luego impuesto por organismos internacionales donde el sujeto considerado es el niño sometido a condiciones oprobiosas en sociedades atrasadas e injustas.- Nuestro caso era distinto; relatándolo podemos calibrar su alcance y ponderar experiencias individuales y colectivas.- Ahí vamos...
                 1959 y un año de inflexión, cursando 4to. grado en el Calasanz y en doble escolaridad, paso a ir y venir del mismo en colectivo; además comienzo a trabajar o "algo así" en un mínimo taller de aparado de calzado en el pasaje Clemente Diez de Medina, casa y taller de Agustín, que vivía con sus padres italianos del sur y cultivadores de una pequeña pero fructífera "quintita de inmigrante", amén de ser don Vicente el colchonero del barrio y alrededores.- Trabajar, una manera de decir, eran solo dos horas de 5 y media a 7 y media cada día y la mañana de los sábados.- De allí salió mi primer sueldo, en verano y vacaciones de invierno con dedicación exclusiva; unos pesitos para mis gastos durante dos años; entre cañas y capelladas, hilos y cemento de zapatero la idea no era otra que evitar "la calle" en exceso y encaminarse en el aprendizaje de un oficio; vino luego unas semanas en un taller de electricidad del automóvil de Zañartú  y Senillosa, donde limpiaba piezas y acercaba herramientas, también cebar mates, a don Egidio Iorio su titular, encaprichado en que aprendiera el oficio.- En el receso entre primaria y secundaria en una fábrica de medallas de oro en Centenera y Balbastro.- Con Juan Carlos dorando y puliendo costosas medallas que gráciles veinteañeras ( grandes para mi entonces) calaban y hermoseaban casi tanto como ellas, y para quienes representaba una especie de mascota a proteger (la demanda eterna en estos casos ante las féminas).- La disyuntiva, ganaba bien con 13 años, trabajo o secundario? ambas cosas pero con otros menesteres que ocuparían menos horas, la vuelta a los zapatos.-
                 Más allá de la anécdota precisa el sentido entonces era dual: sacarnos de "la calle", un poco si, pero no en exceso, entendían en casa; el otro impulso era dotarnos de un oficio o especialidad, herramientas para desenvolvernos a futuro, tomar contacto con disciplinas de trabajo, mínimas pero útiles y necesarias para siempre.- Eran  aires de época que si no generales, si se imponían en el marco de barrios de clase media-baja y media-media en el Buenos Aires de los años 50 y 60, y con el antecedente de pertenecer a familias donde el trabajo era el sino básico y crucial en la vida; todo cambia y luego y aún hoy se imponen otros parámetros sobre el tema "trabajo infantil".- Pero, bueno, es mi experiencia inicial y adquiere por tanto valor y significación.-,c
                 
                    
                    

1 comentario:

  1. es q antes, en general, el trabajo infantil no era para aportar a la economía familiar (o como obligación para permitirle a un matrimonio permanecer con sus hijos en la barraca, como hacen en el campo los estancieros y sus encargados, o en los talleres clandestinos); El chico trabajaba para ganar unos pesos q le permitieran ahorrar para lo q qería: una bici, un pantalón, un par d botines o zapatos...

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